Mariano Hamilton presentó en Mar del Plata su nuevo libro, "Duelos. Los sangrientos combates por el honor en la historia argentina", y explicó que decidió escribir sobre esa temática para tratar de entender, entre otras cosas, las causas de las divisiones que existen en el país.
Desde que incursionó en la televisión, con muchos años de trayectoria en el periodismo gráfico sobre sus espaldas, a Mariano Hamilton se lo pudo observar inmiscuido en acalorados debates. En programas como Duro de Domar, primero, y luego a través de distintas propuestas de la señal C5N, protagonizó verdaderas discusiones con invitados de todo tipo y compañeros inclusive. A pesar de que siempre mantuvo firmes sus posturas, nunca la virulencia de los argumentos se trasladó a un enfrentamiento fuera de pantalla.
Ahora, la presentación de su nuevo libro “Duelos. Los sangrientos combates por el honor en la historia argentina” desarrollada en Mar del Plata invita a preguntarse si en algún momento, en plena escritura y rememorando el fragor del intercambio de palabras con alguno de sus distantes interlocutores, fantaseó con llevar de una vez dichos enfrentamientos verbales al terreno físico. La respuesta es contundente: no.
“Me parece una imbecilidad batirse a duelo. Siempre fantaseás un poco, pero me parece una estupidez”, dice en diálogo con LA CAPITAL.
-Está bien. Es coherente que estés en contra de la violencia. Pero a la vez decís que al conocer en detalle la temática de los duelos te produjo una fascinación, y aclarás que es esa sensación y no la de admiración. ¿Eso fue lo que te llevó a escribir el libro?
-Sí, normalmente yo abordo las temáticas del libro tratando de encontrar una explicación al país que tenemos. Tanto mi libro anterior sobre masonería como éste apuntan a tratar de comprender por qué la Argentina es lo que es, por qué tenemos las divisiones que tenemos, por qué reaccionamos ante diferentes estímulos de la manera en que reaccionamos, y a partir de ahí voy construyendo. Y trato de hacerlo con un pensamiento lateral: encontrar una coartada para entrarle por otro lado, para no sentarme y escribir sobre historia.
-Bueno, los duelos existieron en otras partes del mundo como por ejemplo en Francia, y en general no somos parecidos a los franceses…
-En principio tenemos 200 años de historia nomás, eso ya es una explicación. La masonería, por ejemplo, es preexistente a la nación argentina inclusive. Tiene más de 400 años contra 200.
-¿Y cómo tomaste contacto con la información que te permitió leer y escribir sobre duelos?
-Fueron tres fuentes distintas, pero sobre todo me surgió de la lectura de un libro de caballeresca argentina, una obra académica. Lo que ocurre es que después de la caída de Rosas en Argentina hay bastante movilidad social, no digo un capitalismo como el que conocemos ahora, pero está la Revolución Industrial, hay un montón de movimiento en el mundo y en Buenos Aires… Y las elites se ven amenazadas porque hay una corriente inmigratoria muy importante: llegan muchos franceses, italianos, no tantos españoles (eso es más adelante) y son personas con mucho empuje, tienen sus propios medios de comunicación, sus propias reglas de juego y a partir de ahí se genera como cierta amenaza. Ni qué hablar cuando aparece la Ley Sáenz Peña en 1921 y el voto de un pobre y el de un rico valen uno. Pero ya en 1860 y 1870 ellos se ven amenazados y se apropian del concepto de honor.
-¿Entonces los duelos comienzan directamente de la creación de un concepto de honor que se atribuyen a sí mismos los propios ricos?
-Claro, dicen: “Somos civilizados, tenemos algo para defender, vamos a actuar en consecuencia”. Y ahí se escribe el código de caballeresca argentina, se escriben reglas, los padrinos, los médicos, qué armas se tienen que usar, quién elige el arma, quién no la elige, quién tiene la potestad para elegirla… Y ahí empiezan los duelos, que duran hasta 1971.
-En el libro se cuentan varias decenas, pero al parecer existieron todavía muchos más…
-Sí, hubo 2800 y pico a lo largo de la historia, y en relación a la cantidad hubo pocos muertos: seis o siete. Pero sí hubo muchos heridos, lesionados, y lo que hicieron fue apoderarse del honor, de la idea de civilización, de que no somos animales, no vamos a enojarnos y a partirle una silla en la cabeza a alguien, ni sacar el facón ni salir a la vereda en poncho a pelearnos, sino que vamos a establecer reglas y cuando lo hagamos vamos a hacerlo sabiendo perfectamente que lo estamos haciendo.
-¿Alguno de los que descubriste te llamó la atención más que otro?
-Hay uno narrado entre dos periodistas, Juan Carlos Gómez y Nicolás Calvo, por una crítica en la prensa en la segunda mitad del siglo XIX. El primero reta al segundo pero hay un tema: Gómez es un experto en el uso de armas y Calvo no tiene idea. Entonces le escribe y le dice que no es de valiente retar a duelo a alguien que no sabe usar un arma, sino más bien de cobarde. Y Gómez entonces lo reta igual ofreciéndole meter dos armas, una cargada y una no, en una bolsa y sacar al mismo tiempo una cada uno sin saber cuál está cargada y cuál no. Calvo acepta, lo hacen y al momento de disparar se establece que Gómez dispare primero. La bala no sale y cuando le toca disparar a Calvo lo hace hacia el cielo. Ahí termina se da por terminado el enfrentamiento y se reconcilian.
Las redes y los “duelos virtuales”
-Hoy parece que, como pasa con todo, los enfrentamientos más fuertes están en las redes sociales.
-Sí, ahora en lugar de mandarte los padrinos y agarrarte a balazos, o usar tus espadas o tu sable, te bloquean. Es como que la ofensa más grande termina en una bloqueada. O el triunfo… Yo prefiero la cosa más personal, más mano a mano.
-¿Cómo te llevás con ese fenómeno de la virtualidad?
-Es raro. Las redes sociales consiguen que una persona esté cerca de alguien que está lejos pero al mismo tiempo consiguen que alguien que está cerca esté lejos, porque hay cinco personas sentadas en una mesa y los cinco están con el teléfono hablando con alguien que tal vez está a diez kilómetros y entre ellos no habla ninguno, todos mirando el teléfono… Yo no suscribo demasiado.
-Evidentemente de todas las opciones para dirimir posturas la que preferís sigue siendo la de sentarse a discutir…
-Sí, yo prefiero sentarme una mesa de debate a discutir y dirimir. Creo que hay elementos para discutir en forma civilizada, sin la necesidad de llegar a la violencia: no me gustan las armas, es un principio que tengo en mi vida no acercarme a ellas. Nunca tuve ningún contacto con un arma, salvo cuando hice el servicio militar, que tiré tres tiros y nada más, mis hijos tampoco, ni una pistola de agua.
-¿En ningún momento de la elaboración del libro fantaseaste con medirte a duelo con alguno de tus “rivales ideológicos”?
-Sí, pero es una estupidez batirse a duelo. Hay tipos a los que les tengo mayor inquina, bronca o rechazo, pero en general puedo hablar y discutir con todos, aún con aquel que me parece un ser despreciable.
–Siguiendo este juego de imaginación sobre los duelos, ¿a quién verías como posible duelista si hoy ese tipo de prácticas estuviera vigente?
-Me imagino que Aníbal Fernández podría ser un duelista… Del otro lado Elisa Carrió, no sé si le da el piné, pero podría ser por su perfil.
La grieta en el periodismo
-En los últimos años parece que las divisiones entre periodistas quedaron definitivamente exhibidas. ¿Existió siempre esa “grieta”?
-Sí, aunque de manera más zonza. Creo que es saludable saber de dónde viene uno y a dónde va, no creo en los que opinan desde una supuesta parcialidad. Es cierto que también todo esto ha ido deteriorando la calidad del periodismo.
-¿Qué duelo sería absolutamente inevitable en ese rubro si todavía existieran hoy?
-Y, del palo del periodismo del que yo vengo podría ser Menotti-Bilardo, posturas directas bien marcadas.
-¿Qué es lo que expone realmente tanto enfrentamiento entre periodistas?
-Creo que habla de las empresas y el rol de los periodistas, que están bastante disciplinados. Aunque siempre hubo lugares donde colarse; antes estaba todo mucho más concentrado. En la Dictadura estaba la Revista Humor… Y lo que ocurre ahora es que las empresas son actores principales del juego político. Antes también, porque casi todas las empresas periodísticas nacieron para hacer política: desde Crítica, La Razón, La Prensa, Clarín… Todos nacieron con la plata de la política y fueron bancadas, pero tenían algo como que disimulaban mejor. Ahora ya no disimulan tanto, salvo La Nación que fue siempre más o menos lo mismo: la doctrina de la derecha argentina para establecer ciertas pautas éticas, morales o lo que fuere -yo no comparto casi ninguna de ellas-, pero les permitían a los periodistas colar su propia impronta. Y ahora está más circunscripto a las redes sociales, yo no participo demasiado en ellas pero sé que es así.